Este artículo debía tratar hoy sobre el
cierre de urgencias en Castilla-La Mancha y las declaraciones de la Presidenta
de dicha Comunidad mintiendo como una bellaca. Este escrito iba a demostrar que
la “pequeña población afectada” era de cerca de 100.000 personas y que el
trayecto entre estos municipios y las urgencias más cercanas, lejos de ser de “escasos
15 minutos”, duplicaban e incluso triplicaban el tiempo estipulado tanto en la
legislación como en las declaraciones de Cospedal.
Lo gracioso del artículo (si es que podía
desprender algo de humor este drama) iba a ser las explicaciones ilustradas con
capturas del google maps y sumas demográficas de lo más simple para demostrar
que Cospedal mentía. Sorna a parte, era una manera más de demostrar que la
política de recortes es tan difícil de justificar que es necesario mentir para
explicar en qué consiste.
El título venía que ni pintado puesto
que demostrar una cara tan dura y un morro tan largo sólo es apto para los
protagonistas de ese subgénero cinematográfico de finales de los ’70 y
principios de los ’80: la españolada. Estamos siendo víctimas de la política
más zafia y chapucera de toda la democracia; nos dirigen aquellos que deberían
estar actuando en películas de destape burdo y guiones lamentables de un tiempo
pretérito.
Pero los acontecimientos se han ido
sucediendo a la vez que nuestra capacidad de sorpresa e indignación han
conseguido superar otro récord. Al menos he podido conservar el título del artículo...
La trama gürtel ha demostrado lo que muchos sospechábamos: en esta
democracia carente de demócratas, la falta de vocación política se suple con
ganas de forrarse y la falta de proyecto político se sustituye con ambición
personal. De todo esto sólo puede surgir la corrupción y el despotismo más
decimonónico.
Una cosa está clara, la corrupción en
este país está institucionalizada, y lo que es peor, normalizada. Esta
democracia limitada e imperfecta (democradura,
¿quizá?) camina sobre una cuerda que flojea por los extremos. En uno de estos
se encuentra la gran corrupción que aparece en los medios: los Bárcenas y sus
sobres, los Millet, los Pujol, las sedes embargadas, EREs fraudulentos, caso Campeón, caso Brugal, Marbella, Camps y sus trajes… En el
otro extremo se encuentra la corrupción a pequeña escala: concejales que
retiran multas a sus amigos (y quizá a sus no tan amigos), enchufes en diversos
puestos a cambio de fidelidad eterna, ayudas a empresas amigas (o quizá no tan
amigas) a ganar concursos públicos… Y por si esta democradura no tuviera suficiente complicación, hay que añadirle
los boicoteos constantes de políticos que privatizan servicios en beneficio de
su yo del futuro que, por azar,
trabajará en la empresa ganadora del concurso público. El sistema se tambalea
entre actos que se podrían considerar ilegales, otros que son más bien alegales
y otros que son inmorales por mucho que cumplan el procedimiento establecido.
¿Cómo es posible que un sistema que
camina por una cuerda aflojada por corruptos no haya caído ya? La respuesta es
tan obvia que ni se valora: hay miles y miles de personas dedicadas al servicio
público que soportan la cuerda desde abajo. Son aquellos políticos honestos e
inteligentes que actúan por vocación, por compromiso, por principios y que no
caen en el chanchullismo ibérico.
Y es que esta democracia incompleta e
imperfecta se sostiene gracias a que la corrupción, si bien está
institucionalizada y normalizada, no está generalizada aún. La pregunta que deberíamos hacernos en realidad es: ¿por cuánto tiempo podrán los políticos honestos sostener un sistema funambulista? La respuesta está en la calle y en el tiempo que tarde la gente en caer en que si la política se deja en manos de los de siempre, pasará lo de siempre.
Manel Clavijo Losada
No tratemos de banalizar el asunto. No me gusta que le llamemos españolada, por mucho que las películas de Pajares y Esteso fueran eso. Ya basta de tomarnos esto con humor. No es cosa de chiste. Esos que está allí desarticulando todo el estado del bienestar, que tienen mil y un chanchullos no son objeto de chiste. No nos gobiernan simios como dice el de la Simiocracia, nos gobiernan personas sin escrupulos ni sensibilidad social. Son malas personas, que jamás van a cambiar su manera de ver el mundo. Por eso mismo no quiero hacer sátiras de ellos, porque son un montón de mierda tan grande que sólo merecen ser tratados como lo que son. Y como mierda que son, merecen ser limpiados para que dejen de apestarnos.
ResponEliminaCreo que te dejas dos casos de corrupción lo suficientemente considerables que afectan al PSC, y que casualidad que no aparecen en tu escrito: Caso Mercuri y Caso Pretoria
ResponEliminaY mira que he citado el de Marbella donde se imputaron a ediles del PSOE, el caso de los ERE's donde también había algún político del PSOE, Brugal y Campeón igual, incluso en el caso Millet hay alguna personilla vinculada al PSC. En cualquier caso sí, también se puede incluir Pretoria y Mercuri aunque creo que queda bastante explícito en el texto eso de que la corrupción está institucionalizada y normalizada (y, por tanto afecta a todas las formaciónes políticas que estén en las instituciones, sí, también al PSC).
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