dilluns, 27 de maig del 2013

Hombre rico, hombre pobre


Que las clases sociales existen no es ningún secreto para aquellos que tienen conciencia de clase. Que los únicos que tienen conciencia de clase son los que pertenecen a las clases altas tampoco debería sorprender a nadie. Que la lucha de clases es prácticamente inexistente es algo que no se le debería escapar a buena parte de los pocos lectores que tiene este blog. Que esto último es totalmente contradictorio con la existencia de clases sociales antagónicas (en tanto que para que algunos mantengan un elevado nivel de vida es necesario que otros vean sus condiciones de vida tremendamente precarizadas) debería ser algo preocupante para aquellos que pertenecemos a las clases trabajadoras.

No hay lucha de clases en tanto que para que ésta exista es indispensable que los bandos enfrentados se autodefinan y sepan identificar al otro. Actualmente sólo las clases altas hacen este ejercicio colectivo y es por eso que nos encontramos ante una auténtica masacre de una clase sobre la otra clase. Sobre nuestra clase.

Sólo así podemos entender cómo hemos llegado a una situación tal que, sólo en el transcurso de un par de semanas, se dan dos noticias como las siguientes:
  •          Denuncian la muerte de un inmigrante con tuberculosis por negarle la asistencia sanitaria.
  •          Los extranjeros tendrán permiso de residencia si compran viviendas de más de 500.000 euros.

Esto es un ejemplo claro del exterminio de clase que se está llevando a cabo por parte de un gobierno sin imaginación ni proyecto político que se ha dejado arrastrar por una corriente neoliberal que les llena las manos de sangre.

Estamos sufriendo las consecuencias de votar a un gobierno de inútiles, ignorantes y psicópatas. Inútiles por no ofrecer ni tratar de desarrollar una alternativa (incluso de derechas) al austericidio impuesto por la Troika. Ignorantes por desconocer cómo funcionan los conflictos sociales que deben gestionar. Tomando por ejemplo la inmigración: se intenta dar solución mediante la legislación de extranjería (ya sea restringiendo la entrada y la vida misma a los pobres y promoviendo la entrada de los ricos). Desconocen por ignorancia que sólo se puede gestionar este conflicto mediante el mercado de trabajo, un mercado de trabajo que expulsa a las mujeres, a los inmigrantes, a los jóvenes, a los que tienen escasa formación, a los que tienen demasiada formación, que precariza las condiciones de vida de aquellos que sí trabajan, que lastra la economía española… No es, desde luego, un buen escaparate para que los inmigrantes ricos potenciales vengan y, a la vez, es un paraíso para los inmigrantes pobres que prefieren empobrecer aquí que en su país (ya que la diferencia es malvivir o morir). Por último, éste es un gobierno psicópata en tanto que los análisis socioeconómicos del que derivan sus políticas públicas carecen de humanidad y exceden en simplicidad. No tienen en consideración la variable humana sino que sólo se basan en la variable contable y económica. No existe la empatía ni la humanidad en las políticas públicas que llevan a cabo y no se consideran siquiera las consecuencias prácticas del modo de vida que nos imponen. De ahí las políticas reactivas (como cesar al responsable del hospital donde murió el senegalés o retirar la “prueba piloto” que condenaba a miles de parados en la Comunidad de Madrid sin prestaciones a mantener su situación al ser parados “más baratos” que aquellos que sí tienen prestación y a los que había que buscarles trabajo de manera “más rápida”).

Primero ardieron los suburbios parisinos, más tarde los londinenses, actualmente arden los de Estocolmo, ¿mañana arderán los nuestros?



Manel Clavijo Losada

2 comentaris:

  1. Lo único que nos separa de las revueltas callejeras es lo que queda del Estado del Bienestar. Como sigan recortando no tardarán en arder las principales capitales españolas.

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