Que las clases sociales existen no es
ningún secreto para aquellos que tienen conciencia de clase. Que los únicos que
tienen conciencia de clase son los que pertenecen a las clases altas tampoco
debería sorprender a nadie. Que la lucha de clases es prácticamente inexistente
es algo que no se le debería escapar a buena parte de los pocos lectores que tiene este blog. Que esto último es totalmente
contradictorio con la existencia de clases sociales antagónicas (en tanto que
para que algunos mantengan un elevado nivel de vida es necesario que otros vean
sus condiciones de vida tremendamente precarizadas) debería ser algo
preocupante para aquellos que pertenecemos a las clases trabajadoras.
No hay lucha de clases en tanto que para
que ésta exista es indispensable que los bandos enfrentados se autodefinan y sepan
identificar al otro. Actualmente sólo las clases altas hacen este ejercicio
colectivo y es por eso que nos encontramos ante una auténtica masacre de una
clase sobre la otra clase. Sobre nuestra clase.
Sólo así podemos entender cómo hemos
llegado a una situación tal que, sólo en el transcurso de un par de semanas, se
dan dos noticias como las siguientes:
- Denuncian la muerte de un inmigrante con tuberculosis por negarle la asistencia sanitaria.
- Los extranjeros tendrán permiso de residencia si compran viviendas de más de 500.000 euros.
Esto es un ejemplo claro del exterminio
de clase que se está llevando a cabo por parte de un gobierno sin imaginación
ni proyecto político que se ha dejado arrastrar por una corriente neoliberal
que les llena las manos de sangre.
Estamos sufriendo las consecuencias de
votar a un gobierno de inútiles, ignorantes y psicópatas. Inútiles por no
ofrecer ni tratar de desarrollar una alternativa (incluso de derechas) al
austericidio impuesto por la Troika. Ignorantes por desconocer cómo funcionan
los conflictos sociales que deben gestionar. Tomando por ejemplo la inmigración:
se intenta dar solución mediante la legislación de extranjería (ya sea
restringiendo la entrada y la vida misma a los pobres y promoviendo la entrada
de los ricos). Desconocen por ignorancia que sólo se puede gestionar este
conflicto mediante el mercado de trabajo, un mercado de trabajo que expulsa a
las mujeres, a los inmigrantes, a los jóvenes, a los que tienen escasa
formación, a los que tienen demasiada formación, que precariza las condiciones
de vida de aquellos que sí trabajan, que lastra la economía española… No es,
desde luego, un buen escaparate para que los inmigrantes ricos potenciales
vengan y, a la vez, es un paraíso para los inmigrantes pobres que prefieren
empobrecer aquí que en su país (ya que la diferencia es malvivir o morir). Por
último, éste es un gobierno psicópata en tanto que los análisis socioeconómicos
del que derivan sus políticas públicas carecen de humanidad y exceden en simplicidad.
No tienen en consideración la variable humana sino que sólo se basan en la
variable contable y económica. No existe la empatía ni la humanidad en las
políticas públicas que llevan a cabo y no se consideran siquiera las
consecuencias prácticas del modo de vida que nos imponen. De ahí las políticas
reactivas (como cesar al responsable del hospital donde murió el senegalés o
retirar la “prueba piloto” que condenaba a miles de parados en la Comunidad de
Madrid sin prestaciones a mantener su situación al ser parados “más baratos”
que aquellos que sí tienen prestación y a los que había que buscarles trabajo
de manera “más rápida”).
Primero ardieron los suburbios
parisinos, más tarde los londinenses, actualmente arden los de Estocolmo, ¿mañana
arderán los nuestros?
Manel Clavijo Losada
¿Arde ya Madrid?
ResponEliminaLo único que nos separa de las revueltas callejeras es lo que queda del Estado del Bienestar. Como sigan recortando no tardarán en arder las principales capitales españolas.
ResponElimina