La
crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba
de nacer. Bertolt Brecht.
Las informaciones que están circulando
últimamente en los medios de comunicación y en las redes sociales sobre la
corrupción generalizada evidencian una situación límite: el régimen resultado
de la Transición fue una Segunda Restauración y, como tal, tiene fecha de
caducidad.
Tras la I República, se estableció un
sistema político basado en el bipartidismo y en el mantenimiento de un tinglado
institucional que caducó en el momento en que los problemas sociales
sobrepasaron la capacidad del estado para darles respuesta.
El actual sistema político es una
Segunda Restauración, un régimen bipartidista fracasado en su inicio y
replanteado después para dar cabida en el centro a un partido como Alianza
Popular, que había sido pensado para ocupar el espacio de la extrema derecha
dejando la posibilidad de gobernar a UCD. Salvo esta reconfiguración, el
sistema democrático en España no ha evolucionado, no ha optado por la
adaptación a los nuevos tiempos. Los problemas sociales derivados de la crisis
económica le están empezando a sobrepasar.
Lo cierto es que todo está pudriéndose,
todas las estructuras sociales (no sólo en la Administración), están afectadas.
Cuando todo se viene abajo lo peor no es el derrumbe en sí, lo peor es lo que
queda después. Y es que la corrupción no es sólo política, es social y están
involucrados los partidos políticos de todo signo, las empresas y mafias de
cualquier tamaño, el tercer sector (aún sin tener en principio ánimo de lucro),
individuos que no pagan el IVA en una factura…
Cuando todo iba bien y la economía
crecía por encima del 3% parecía que no existiera la pobreza o la corrupción.
Éstas estaban camufladas y avaladas por la sociedad ya que se consideraba que
no afectaba a nadie que alguien rebuscara en la basura o evadiera impuestos. La
sociedad miraba para otro lado en el primer caso y reía la gracieta en el
segundo. La clase política no estuvo a la altura y se aprovecho de la morfina
que se inyectaba la sociedad en forma de falso crecimiento macroeconómico.
La vieja política debe morir del todo,
la gestión a base de parches y los análisis a base de supuestas coyunturas
deben formar parte del pasado. Debemos hacer un reset; la nueva política debe
nacer de una vez. La sociedad requiere soluciones radicales (de raíz) y
análisis de los problemas estructurales. La nueva política debe iniciarse tanto
en partidos como en sindicatos, entidades del tercer sector y en la ciudadanía
en general.
Debemos ser las generaciones nacidas en
la Segunda Restauración las que hagamos nacer de una vez la nueva cultura
política. No pidamos a las generaciones creadoras y sustentadoras de la vieja
Constitución y de las viejas instituciones que destruyan aquello en lo que
creen y generen los cambios que necesita la sociedad. Pasemos a la acción.
Las
revoluciones se producen, generalmente, en los callejones sin salida. Bertolt Brecht.
Manel Clavijo Losada
Durante decenas de miles de años, es decir, desde que es posible reconstruir el recorrido de nuestros progenitores a partir de restos arqueológicos y el texto descifrado de papiros y otros documentos más recientes, nadie, ni los favorecidos por la fortuna ni los desvalidos, ha podido disponer de su voluntad ni planear su futuro. En períodos posteriores al florecimiento de las civilizaciones asiria y babilonia, egipcia, grecorromana, de Oriente Próximo y del Lejano Oriente, y de otras posteriores, hasta finales del siglo xviii —cuando la Revolución francesa desbarató las estructuras sociales
ResponEliminaen Francia y toda Europa—, el sistema jerárquico patriarcal permaneció en vigor.
En la época victoriana, el sistema didáctico, acorde con las reglas sociales vigentes, tenía un carácter autoritario basado en unas reglas jerárquicas que asignaban al adulto encargado de la instrucción de los jóvenes
una autoridad indiscutible, y al joven, la sumisión a este régimen.